Dinero Público y Bancos Privados

 

A pocas semanas de la cuarentena determinada por la respuesta a la pandemia de covid-19, el presupuesto de la Reserva Federal pasó de 4 hasta 7 billones de dólares. Este es el efecto de la disponibilidad ilimitada  del banco central estadounidense  por la decisión del Congreso de colocar 3 billones de dólares, equivalente al 14% del PIB, para apoyar a varios sectores económicos afectados por la crisis sanitaria.

La deuda pública aumenta, inevitablemente. Sin embargo, muchos economistas concuerdan con la necesidad de que, durante  la crisis, los gastos públicos deben sustituir a los privados, en fuerte descenso. Algunos pocos obstinados, incluyendo al Washington Post, se mantienen aferrados a la idea de que la austeridad es la mejor forma de enfrentar la crisis.

Las opciones y el comportamiento adoptado en los Estados Unidos, merece  gran atención, porque, finalmente, son siempre “copiados” en Europa. De hecho, el banco Central Europeo (BCE) aumentó su balance, de 4.6 trillones de euros, hacia finales de 2019 a 5.5 billones a inicios de junio. Ahora, el banco amplió otros 600 mil millones para comprar el mismo tipo de títulos que “Fed” está comprando.

Interrumpir los gastos públicos sería un grave error. El debate real en los Estados Unidos gira todavía en torno de ciertos aspectos cruciales: ¿Serán los nuevos fondos “aprehendidos” por la finanza especulativa o serán orientados hacia los sectores de la economía real?¿Se taparán solamente los hoyos creados  por la crisis o se retornará a las políticas de Franklin Delano Roosevelt, en particular al New Deal, con grandes inversiones, infraestructura e innovaciones?¿A qué plazo se tomarán las decisiones?

Ya se hicieron los primeros lances, sin sorpresa, por la alta finanza y el sistema bancario, que ya vivían un cuadro de severa crisis, casi para quebrar, incluso antes de la pandemia, como lo hemos descrito varias veces. Como antes, la nueva liquidez de “Fed” buscaba una compra de títulos de deuda pública y, en particular, de títulos de seguridad garantizada por activos (asset-backedsecurities), incluso aquellos con validez y consistencia dudosa, pertenecientes a los mismo bancos y a otras estructuras financieras no bancarias integrantes del llamado sistema bancario paralelo.

Esta “flexibilización” de los balances de los bancos debe ser equilibrada, de manera igual o hasta más activa, con la emisión de nuevos créditos para los sectores productivos en dificultades y para nuevas inversiones. Sin embargo, como en el pasado, esta “transferencia” se hace de manera extremadamente lenta y limitada. La mayoría de los fondos acaba yendo para cubrir los peligrosos hoyos financieros de los bancos o, simplemente, queda “estacionada” en ellos, sin llegar a la punta de la línea productiva, donde se necesitan más. Es la misma cosa que experimentamos ahora en Europa, incluyendo a Italia.

Se trata de un comportamiento que prescinde de las responsabilidades directas de los gobiernos, sea cual sea su orientación política, pero tiene que ver con sus debilidades.

En los EUA, este proceso ya se está desarrollando con fondos de private equity, operando en varios sectores. En el ámbito global, tales fondos administran activos del orden de los 6 billones de dólares. Son fondos  de inversión que compran acciones o participaciones en empresas productivas, muchas veces, con el único objetivo de extraer de ellas los máximos lucros a corto plazo. Si estas empresas  corren el riesgo de quiebra, siempre se puede pedirles ayuda con dinero público.

Según el Financial Times, el mero hecho de que “Fed” haya anunciado también la intención de comprar acciones de empresas en dificultades habría galvanizado el mercado de los títulos de riesgo (junk bonds).

En la primera línea de ellos, el sector de distribución al menudeo. Después de repartir jugosos dividendos por una década, cadenas de ropa y moda de patrón medio-alto, como las tiendas departamentales J. Crew, Texan Neiman Marcus y JC Penney, pidieron un acuerdo durante la pandemia apelando al Capítulo 11 de la legislación estadounidense de quiebras. En el pasado reciente, los fondos de activos privados las habías endeudado enormemente, mediante adquisiciones apalancadas que son complejas adquisiciones de una empresa mediante su capacidad de endeudamiento. La pérdida  de clientes y la disminución de las adquisiciones redujeron los flujos de caja y dieron rápidamente un “tilt” en el sistema.

Otros sector en serias dificultades es el de inmuebles de alquiler. En EUA y en Europa, grandes fondos compran un gran número de apartamentos, apostando en el aumento de los alquileres para la clase media alta. Por ejemplo, el mayor fondo de private equity, el Backstone Group, se convirtió en el propietario inmobiliario número uno del mundo. Sin embargo, cuando el valor de los inmuebles cae, el sistema comienza a venirse abajo.

Y lo mismo se aplica a la burbuja de crédito al consumidor. En 2020, la deuda por tarjetas de crédito en los Estados Unidos llegó a un billón de dólares, mientras la pandemia reducía drásticamente el ingreso de por lo menos un tercio de los trabajadores estadounidenses. Como resultado, incluso los programas de alivio de deudas que dependen de un flujo continuo y creciente de ingresos, también entran en colapso.

No es muy reconfortante presenciar como los gobiernos han sido capaces de imponer semejante bloqueo a la economía real, mientras las finanzas operan en el modo “as usual”.

Pero, otra vez, debemos enfatizar que es intolerable que los fondos públicos para la revitalización de la economía y la liquidez de los bancos centrales sean canalizados hacia la economía real a través del sistema bancario privado, y sin condiciones y controles puntuales, restringidos y rigurosos. Es un enorme y serio problema, no solamente en Italia, sino en todo el mundo.

*MSIA Informa

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